A propósito de un caso de un paciente
Federico V. (nombre alterado), de 44 años, economista, me pidió ayuda. Como él no tiene percepción de su propia halitosis, es su esposa quien explica el caso. El problema comenzó hace aproximadamente un año, con algunos días en los que la halitosis era muy intensa, alternados de otros días en los que apenas era detectable. La ansiedad por solucionar su halitosis precipitó la decisión de extraer sus amígdalas, pues se consideró que éstas podían ser una posible causa. Sin embargo, el problema continuó. En la consulta la mujer afirma que, a veces, el mal olor se vuelve tan insoportable que tiene que dormir en otra habitación. Ella apunta a que el estrés podría ser una de los motivos de la halitosis de su marido, pues ha comprobado que ésta nunca se da durante el fin de semana. Es importante señalar aquí que Federico V. ha tenido problemas de sobrepeso y que, desde hace dos años, sigue una dieta controlada por su esposa. Este caso se vuelve particularmente curioso, pues, como comprobarás más adelante, la “vía sistémica” desvelará las constantes infracciones cometidas por el esposo, y que la mujer desconocía completamente. En el caso del Federico V., se identificó una incapacidad a nivel de la neutralización de los compuestos del mal olor procedentes de la carne de cerdo, que el paciente ingería frecuentemente en la comida y en algunas cenas de negocios. Esta situación nunca ocurría los fines de semana en casa, pues la esposa le imponía continuamente la ingestión de pescados o carnes blancas, como parte del control de peso de su marido. En estos casos, la abstinencia es la forma más simple y eficaz de no ponerse en evidencia a través de la halitosis. No obstante, existen varias soluciones farmacologicas para minimizar este efecto, según el tipo de compuestos volatiles hallados.
Get Social